miércoles, 14 de noviembre de 2012

«In illo tempore...»


Sóc una persona complexa: rara em deien no fa molt. I, no sé quanta gent ho pensarà això de mi, rar pot ser sinònim d'interessant, inclús d'atractiu. No sé fins a quin punt se'm aplicarà a mi açò però, al intentar pensar objectiu d'aquest petit i obert diari, blog se'n diu ara m'ha vingut a la ment al buscar-li títol, per que sí: soc un intent de matemàtic (ja vorem com avança la carrera) que ha fet llatí.
«En aquell temps» Es una locució molt litúrgica, entre altres usos que els filòlegs li puguen donar, la finalitat de la qual és, òbviament, situar-nos en el temps en que transcorre allò que contarem a continuació. El temps. Parlant de llatí i de temps, també en passa pel cap la locució de Virgili: Tempus fugit, «sed fugit interea fugit irreparabile tempus» (Però fuig entre tant, fuig irreparable el temps, en Publius Vergilius (36-29 a.C.), Geòrgiques, Llibre III). Igual haguera sigut més apropiada com a títol aquesta altra locució, però açò no es un llibre: son les idees soltes que se m'ocorren i que a algun lloc les hauria de deixar, a falta d'altres llocs millors. I aquella m'ha vingut primer.
El temps fuig, s'escapa. En menys d'una setmana passaré la barrera psicològica dels 25: els nombres pars son bonics, però això d'acostar-se ja (ja!) els 30, per molt parell que sigui... fa por. Por el vore com va passant el temps i no tot està com planejaves: quasi 26 i amb tantes coses començades i a mig fer...
El consol que em queda es que he sigut,... puix com deia abans, interessant. Podria resumir el currículum ara però no cal, si algú té curiositat que pregunte. Però, com tanta gent, vas intentant i et vas equivocant. Canvies i intentes corregir els errors, la qual cosa no té res de roí, ja deia Mahoma que «qui no s'equivoca mai, és perquè mai no fa res», però mentre passa el temps, les accions les podem corregir però el temps no el podem frenar.
Cada volta que felicite a un "quinto", sobre tot al amic Carlos (que just compleix quinze dies abans que jo) em faig aquesta mateixa reflexió, però el que està apunt de complir soc jo i la reflexió es personalitza com mai: el temps corre, però jo no sé si còrrec amb ell. Perquè un dels meus grans vicis o virtuts, qui sapes voler contemplar massa el temps, en part per voler viure'l amb intensitat i perfecció, però això, al temps mateix, li importa poc: ell passa sense més, avança i les coses i tasques se'ns acumulen, fas tant on havies d'anar, tot per voler fer etern un moment, que ja per definició no ho pot ser.
Algú em deia que els músics, els artistes som així: bohemis. Pot ser. Però, de nou, açò no impedeix que el temps passa.
¿Què fem? Jo per mi ja voldria trobar la manera d'organitzar-me millor, de saber aprofitar el temps realment com és i no com voldria que fos: vint-i-sis anys després, encara no he trobat la forma de fer-ho... ni la persona a prop que m'ajude a controlar-me (però son tantes les coses que haig de controlar...)
Al menys, i tal volta em conforme amb poc però no sé si cal molt més, intente traure-li trellat al poc o molt temps utilitzat. Trellat és una paraula que m'agrada del meu valencià de poble.
Arribarà el final dels meus dies, arribarà el judici. I quan es pense en mi, no sé si es pensarà en els minuts o en les hores que vaig utilitzar per a tal o qual cosa o si vaig aconseguir aquest o l'altre títol, grau o diploma. Però si algú pensa en mi dient que "era una persona de trellat", es que aquell temps esmunyedís no ha estat massa desaprofitat, no?
Altra cosa serà vore que es el trellat, però això ja, un altre dia...

martes, 9 de octubre de 2012

Confianza en medio de la angustia.


No confiemos en nosotros mismos,
sino en Dios que resucita a los
muertos (2 Cor 1, 9b).

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios»

Pero Tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable,
que acampa a mi alrededor.

Levántate, Señor; sálvame, Dios mío:
Tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación,
y la bendición sobre tu pueblo.

(Salmo 3)

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cuando uno empieza a pensar...


Amistad. Del latín amicus, que deriva de amare. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Afinidad y conexión entre dos personas.
Las relaciones humanas son muy complejas: el hombre se mueve de aquí para allá, a veces sale de casa sin saber si volverá a entrar, y durante ese trayecto, no sabe ni con quien se cruza ni lo que hará. Unos lo llaman destino, otros creen que es mero azar. Sea como fuere, las cosan pasan y la gente alrededor de lo que ocurre está, sin saber ni cómo ni para qué.
Ni siquiera podemos decidir nuestro nombre, ni siquiera podemos decidir como somos, que carácter tendremos, que reacciones tendremos ante las cosas o que haremos ante las situaciones. No decidimos en nada que somos. Porque no sabes de dónde vas a salir, nadie te pregunta si querías nacer o no, nadie te tiene en cuenta hasta que llega un día en que ahí estas, fruto de lo que tus circunstancias, fruto de lo que ocurre.
En todo momento estamos rodeados de personas. Pero a pesar de ello, con unas lo haces de un modo, y con otras de otro. Y hoy día, cada vez de modos tan distintos. A penas pisas un pie en la calle y hay gente por doquier. Ya no solo en la calle, sino también en casa: porque gracias a estos trastos de los que ya -por suerte o por desgracia- nadie se libra, abres la pantalla y la gente sigue ahí.
¿Y qué hacemos mientras? Un misterio. Alguna vez se ha dicho que no elegimos a la familia pero sí a los amigos. ¿Es acaso cierto? Porque no he podido yo elegir con quien me he tropezado en esta vida. Porque no he podido elegir a quien -si es que hay alguien- a quien le he caído bien.
Salimos de casa ya aún siendo niños: desde entonces nos rodeamos de otros niños, que van creciendo a nuestro mismo ritmo. Al menos, eso parece. Se forman grupos por afinidades, conectas con alguien, o tal vez no. Hay tantas cosas que pueden o no gustarte… Hay tantas cosas que puedes refugiarte… Hay tantas aficiones, a compartir o no; hay tanto… ¿De dónde se forjan en nosotros todas estas cosas? ¿Por qué veo a una persona y la creo que puede ser buena o puede ser mala? ¿Por qué llega un momento en que tomo determinada decisión y llego a conocer a tal persona o a tal otra? Parece que somos libres de hacerlo. Sin embargo, puedes analizar tu personalidad y tus vivencias y la de tus ancestros y reconocer paralelismos, que hoy sabemos que muchas veces vienen predeterminados por la genética. Así pues, ¿somos libres de nuestros afectos? Los que sean defensores a ultranza de la libertad dirán que por supuesto. Pero, ¿acaso no es nuestro carácter fruto de la combinación genética de nuestros padres? Por tanto, ¿no dependerá de nuestra propia manera de ser la manera en que lleguemos a compartir con otro lo que somos o lo que hacemos, hacia donde vamos o hacia donde tendemos; de que dependen en el fondo nuestras relaciones y nuestras elecciones? Y, más aún, ¿en que influye que verdaderamente las haya o no?
Nunca me ha gustado filosofar. Nunca me ha gustado calentarme demasiado la cabeza: soy y he sido siempre una persona práctica, cómoda, que ha buscado el bienestar, y nada más. Pero a veces tropiezas con situaciones, con gente, con cosas, que te hacen detenerte a pensar. Valorar la vida y intentar reflexionar.
¿Soy como soy porque quiero? Y si no es fruto de mi libertad, ¿a quién debo echarle la culpa? A veces, creo que me sentiría mejor pudiendo encontrar un culpable. Y a veces lo intento… «si hubiera hecho esto así…», «si no fuera porque éste o aquel han dicho o hecho esto…», «si hubiera hecho caso de lo que me dijo no sé quien…».
Me ha tocado en el fondo ser así: soy ese bicho raro que, a pesar de todo, llega a casa solo y sin poder hablar. Y eso es lo que hoy me inquieta y me hace pensar.
Por esto abro este lugar. Para poder reflexionar desde mi soledad, pero que ésta no quede en balde. Para poder, más allá de quien lea o escuche, poder gritar. Porque lo que parece afinidad, lo que conexión, a veces parece desvanecerse. Y solo te queda gritar.